...”Ciego es el que no os reconoce en vuestras obras,
Orgulloso el que no os glorifica, e ingrato el que no os da las gracias”
Evangelio Según El Espiritismo (Allan Kardec)
Desde que comienza a oscurecer, y solo en el campo o en alta mar, lejos del resplandor de la luz de las ciudades, cuando levantamos la vista, nos sobrecoge el espectáculo grandioso del cielo estrellado; quien no lo ha experimentado nunca, se está perdiendo el evento que pone en su sitio a todo ser humano; con pavor nos sobrecoge el sentimiento de nuestra insignificancia, ante la inmensidad de lo poco que podemos ver del cosmos, y se es consciente entonces de verdad, de las palabras de Jesus cuando dijo “En la casa de mi Padre hay muchas moradas”
Un pensador dijo, que si el sol saliera y se pusiera solo una vez cada cien años, entonces ese grandioso espectáculo, seria esperado ansiosamente por la humanidad, que admiraría extasiada el extraordinario suceso.
Pues bien, en el momento en que las tinieblas de la noche llegan al máximo. Comienzan a ceder imperceptiblemente ante un resplandor que se aproxima, lo cual hizo decir certeramente a alguien que “nunca es más negra la noche que cuando comienza a amanecer”, la bóveda celeste nos va ofreciendo todos los tonos del negro al azul, y finalmente, una mayor luminosidad, nos señala el punto por donde nuestro sol va a eclosionar. Nosotros en Quito tenemos la dicha de verlo aparecer como si se levantara desde el Antisana (sol naciente), se va anunciando con pinceladas doradas indescriptibles que señalan a un centro que se va haciendo tan deslumbrante que obliga a entrecerrar los ojos, todas las nubes cercanas se nimban de una blancura indefinible.
A partir de ese momento se desarrolla una sinfonía de luz y colores cambiantes que lo van matizando todo, los jirones de nubes toman tonos tan deslumbrantes que no se pueden describir ni pintor que lo pueda plasmar en un lienzo, ni poeta que lo pueda cantar, porque sencillamente son los cielos que nos prodigan a nuestra contemplación, un infinitesimal de la Gloria de Dios que nos descubre la obra de sus manos… Ver los arboles cercanos pintados con todos los tonos del verde y amarillo, las montañas con todos los tonos del arco iris donde prevalece el azul y el gris negro en las más lejanas, yqué decir de los huidizos volcanes, que nos sorprenden cuando pudorosamente abren sus mantos de nubes y nos regalan el maravilloso esplendor de su majestad coronados de purísima blanca nieve.
Pero, ¿cuántos nos detenemos a contemplar tanta grandeza?, realmente muy pocos, asi mismo sucede con la palabra de Dios que se entrega con prodigalidad, pero como ya lo dijo Jesus: “Sus oídos no saben escuchar, sus ojos están cerrados. No quieren ver con sus ojos, ni oír con sus oídos y comprender con su corazón” Mt 13:11-13.
Así, por cada revolución completa de la Tierra en el espacio, Dios nos entrega un nuevo día, una oportunidad más para “Hacer bien al prójimo, como deseamos que se nos haga a nosotros mismos”.
Todo es Su obra: el característico canto de los pájaros según su especie, el ladrido de los perros, el espectáculo maravilloso de una frágil mariposa, el vuelo inquieto de un tornasolado colibrí o una iridiscente libélula, y finalmente, el despliegue de diamantes que en diario derroche, cubren, cada pétalo, cada brizna, cada hoja, cada delicada fibra de una maravillosa “tela” de araña, todos los días…
Y asi, cuando logramos ver y oír el milagro, de lo profundo del corazón, surge enternecedor el agradecimiento: ¡Gracias Dios mío! Gracias por haberme permitido contemplar la maravilla de tus obras a que pueden acceder mis pobres sentidos, gracias por los dones que has derramado en mi , en toda mi familia, y en todos los Espiritus que vivimos aun encadenados a la materia, te pido que igualmente encomiendes a tus mensajeros que ayuden a la elevación moral y espiritual de mis seres queridos que ya han desencarnado, y que tanto necesitan y esperan por nuestras buenos recuerdos y oraciones .
Es verdad, que a medida que nuestra sociedad se va tecnificando mas, en la misma proporción, el cumulo de nuestras obligaciones y preocupaciones se incrementan, y muchos comentan en broma y en serio, que se necesitan días de 40 horas, pero como tal cosa no es posible, y solo disponemos de 24, no queda otra que distribuirlas de alguna forma, por ejemplo, para una mujer promedio, 6 están destinadas al sueño, 1 a vestirse y desvestirse, 3 para preparar e ingerir los alimentos, 1 al aseo, 2 a transportarse a y desde el trabajo, mas 8 horas de trabajo (promedio), 1 a la preparación de todas las cosas necesarias para ella y su familia, vale decir ropa, meriendas, dinero, etc, y la preparación de lo que tiene que entregar en su trabajo en cuanto llegue, apenas le quedarían 2 para ocuparse de las tareas y vivencias de los hijos y del marido que casi siempre se queja y exige mayores atenciones que los mismos hijos , medicación y atención a algún pariente minusválido por la edad o una enfermedad, lavado y planchado de la ropa, aseo y arreglo de la casa… realmente no alcanzan las dos horas, y por lo tanto algo siempre se queda sin hacer, o a medio hacer.
Afortunadamente, aun nos quedan 48 horas del sábado y domingo, que restadas del sueño se quedan en 32 horas, menos 10 de las funciones perentorias, le quedan 22 horas, restando 4 horas para la adquisición de los alimentos de consumo semanal, tiene 18 horas, 9 diarias para las actividades de tipo social y visitas familiares. Es en este espacio que hay que distribuir disciplinadamente el tiempo para nuestra elevación cultural y doctrinaria que generalmente no bajan de 6 entre lecturas y reuniones, quedando 3 para el esparcimiento la lectura y el descanso.
Es ahí donde tenemos que abrir nuestro ojos y oídos, para que, mientras hacemos las labores necesarias en la cocina o en el patio, podamos admirar el paisaje, y pensar en las cosas verdaderamente importantes de la vida, es decir, en lo espiritual, y elevar una oración silente a nuestro creador, lo cual no requiere sino de pocos minutos, esos son los mensajes más efectivos, pues no salen de nuestros labios, sino directamente de nuestro corazón, y mediante nuestro pensamiento se lo entregamos a nuestro ángel guardián que instantáneamente lo lleva nuestro Maestro Jesús cuyo nombre es YAHSHUA, quien es como el mismo lo dijo “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” Jn 14:6-14, quien a su vez se lo ofrece directamente a Dios.
Lo que no debemos dudar jamás, es el hecho de que, NINGUNA petición consecuente a Él, queda sin la debida respuesta, que no necesariamente tiene que ser como uno la desea, sino, como Él, en su infinita Justicia y Bondad, vea que nos va a beneficiar.
Gracias otra vez Dios mío y bendito sea tu nombre.
Marco Antonio Sánchez Recalde.
CENTRO DE ESTUDIOS ESPÍRITAS ALLAN KARDEC
QUITO-ECUADOR.